Tiago Barbosa: “Conozco mis límites y los leones que debo matar a diario”

"Me gusta salirme de mi zona de confort, que los proyectos me obliguen a leer más, a ver cosas distintas, a encontrar inspiración en la calle", nos explica el actor brasileño

Sebastián Cazorla
Por Sebastián Cazorla

Entrevista Tiago Barbosa

Tiago Barbosa (Río de Janeiro, 40 años) tenía 27 años cuando fue seleccionado como Simba en el musical “El Rey León”. Tras once meses de audiciones, el actor brasileño consiguió un papel que no solo transformó su carrera, sino también la vida de su familia.

Dueño de una mirada luminosa y una sonrisa sincera, Barbosa irradia autenticidad. Nacido y criado en una favela de Brasil, creció en una familia humilde donde la música era una pasión compartida. El arte siempre estuvo presente en su vida, guiándolo en el camino que lo llevó hasta aquí.

Actualmente, se encuentra de gira con la obra “Kinky Boots”, en la que interpreta a Lola, una transformista que le supuso todo un reto. “Idealizaba a Lola, tenía una forma de verla especial, que me recordaba a las mujeres más importantes que han pasado por mi vida”, explicaba Tiago Barbosa.

Pregunta: Empecemos por tu infancia, te criaste en una favela de Brasil ¿cómo fueron esos primeros años?

Respuesta: ¡Wow! Mis padres siempre hicieron todo lo posible para cubrir nuestras necesidades. Nunca ha sido fácil, pero tampoco hemos pasado hambre. Veía el esfuerzo que mi padre hacía para regalarnos algo y eso le daba mucho más valor a todo.

El entorno era muy complicado. Perdí a muchos de mis amigos por el tráfico de drogas, y la escuela no nos ayudaba a que viésemos un futuro mejor. ¿Cómo podía soñar con tener una casa digna si en mi colegio ni siquiera funcionaba el ventilador o fallaban las sillas?

Cuando me formé como logopeda, empecé a trabajar con escuelas y ONG para que los niños entendieran la importancia de estudiar. Trataba de transmitirles que nunca dejaran de creer, que si tenían un sueño, tenían que luchar por él.

"Los sueños nunca envejecen"

Podríamos decir que mi infancia no ha sido normal, pero estuvo llena de alegría, risas y, sobre todo, amor. Mucho amor. No fue fácil, pero sí muy feliz.

P: Una infancia llena de mucha música también…

R: Sí, claro. Mi padre era compositor, mi madre cantaba, mi abuelo cantaba… todos en mi familia cantaban. Cuando tenía 10 años, me apuntaron a una audición para una orquesta sinfónica junto a mis primos, a los que considero como mis hermanos porque nos criamos juntos.

Yo empecé a tocar el clarinete, y mis primos también empezaron a tocar la trompeta, el trombón… Solíamos quedar para ensayar y parecíamos una banda. Era muy lindo, todos teníamos el mismo objetivo en nuestra vida: ser músicos. Crecer así ha sido un lujo.

P: Vemos cómo aparece la música a tu vida, pero ¿la actuación?

R: Llegó mucho después. Yo respiraba música y quería estudiar eso en la universidad. Tenía dos opciones: ser músico o ser médico, que era algo que siempre había tenido en mi corazón. Sin embargo, en mi escuela no teníamos los medios para poder llegar tan lejos. Pasé los primeros exámenes, pero no alcancé nota para la universidad pública.

Entonces, me formé como logopeda y me quise especializar en foniatría. Era lo más cercano a la medicina que pude hacer. Lo hice y empecé a colaborar con una escuela de canto, llegué incluso a escribir un libro sobre eso. Ahí me despertaron las ganas y la pasión por el teatro.

Trabajaba en una escuela de una favela en Río, un lugar con un gran impacto, donde varios actores lograron llegar a telenovelas de éxito e incluso a la película Ciudad de Dios (2002). Cuando supe que necesitaban un profesor de canto, alguien que ayudara a calentar la voz de esos actores, vi mi oportunidad.

Curiosamente, quien me abrió la puerta en la escuela era la madre de una antigua alumna mía de una favela. Me llevó hasta allí, hice la prueba y me contrataron, aunque ese no era mi objetivo. No fui a la escuela por el trabajo, sino para aprender, y lo hice junto al director. Fue una de las mejores experiencias de mi vida.

P: Al poco tiempo llega el papel de Simba a tu vida…

R: Siempre que tengo ganas de abandonar, de dejarlo todo, me pongo mi audición para “El Rey León”. Cada vez que lo hago, siento lo mismo que el primer día: ilusión, niñez, humildad…

Fue un año de audición. En ese momento, vivía en la casa de un amigo y tenía que viajar desde Rio a São Paulo casi todas las semanas. Hubo una etapa en la que no tenía el dinero para coger el autobús y fue mi amigo el que me dejó el dinero. Recuerdo que me dijo: “lo vas a lograr, aquí tienes tus billetes”.

Cuando cogí esos billetes, supe que volvería a casa con una buena noticia. Había unos 5000 chicos en el proceso de audición, pero tenía tanta sed de cambios en mi vida que fui como un león.

"Tenía claro que quería cantar desde mi corazón"

Entré y empecé a cantar, rodeado de veinte personas de Broadway. Hubo un silencio increíble. Al acabar, empezaron a hablar en inglés entre ellos, yo todavía no conocía el idioma, pero se dirigieron a mí y dijeron: “Simba, tú eres Simba”. Todavía quedaban tres personas por cantar, pero lo tenían claro.

Recuerdo salir de la audición y correr a un teléfono para llamar a mi madre como loco, aunque ella no reaccionó como esperaba. En su cabeza, el espectáculo era algo mucho más modesto, más cutre. No pensaba en “El Rey León”, el mayor espectáculo del mundo.

P: ¿Cómo fueron los primeros ensayos?

R: Tenemos la tendencia a minimizar quienes somos, tanto como personas, como profesionales. Nos ponemos los últimos de la cola. Cuando empezó la comunicación, yo sabía que todo el mundo pensaba que me habían dado la oportunidad solo por ser un chico pobre de la favela.

No sabían que yo ya había escrito un libro, que era logopeda o tenía foniatría. Eso sí, cuando empecé a ensayar nueve horas al día, escuchando inglés a diario, fue difícil. Era mi primera oportunidad y, además, protagonizando.

Me preocupé, hasta que un día me llamaron y me dijeron: “¿Sabes por qué te elegimos? ¿Por qué pensamos que eres el mejor? Hay una inocencia en tus ojos que nos encanta. Además de tener una voz increíble y ser una persona maravillosa, tienes luz”. Ese día respiré y dejé de escuchar al resto.

Tenía amigos que me decían que aprendiese a actuar más y entré en otra escuela para mejorar. Al poco fui nominado y recibí el premio a “Mejor actor”. A veces es necesario que te den un premio para que la gente te reconozca y te diga que eres un currante. Otras no, lo sabes en tu corazón.

Yo me amo, me quiero y, dentro de mis limitaciones, para mí soy el mejor. Conozco mis límites y los leones que debo matar a diario para seguir con mi día. Sé de donde vengo, hacia donde voy y no es que crea ser mejor que nadie.

P: Gracias a ello te convertiste en el mejor Simba, pero estuviste a punto de dejarlo, ¿qué pasó?

R: Mi mamá, la perdí. Fue un momento muy loco. Mis padres nunca habían entrado a un teatro, era mi oportunidad de devolverles todo lo que me habían dado. Si nunca experimenté con drogas ni caí con otros problemas fue porque tuve unos padres que eran mis héroes. No podía tener los mejores juegos, pero tenía una familia que me contaba historias, algo mucho mejor.

Recuerdo que desde la producción de Disney me decían que si aprendía inglés daría el salto fuera de Brasil. Entonces, me puse con ello. Tenía la ilusión de sacar a mis padres de la favela. Pero en el primer año de la obra, en una función, vinieron de la producción y me dijeron: “Necesitamos que seas un león para tu familia. Tu madre no está bien, tu doble va a terminar la función, ve a casa”. 

Mi madre estaba en un centro de salud de la favela, sin ventilador ni muchas otras máquinas que podrían haber ayudado. Estaba a punto de tener una isquemia cerebral. Fue una semana dura. Estaba inconsciente, pero en un momento me miró y dijo: “Simba, ¿qué haces aquí?”. Le dije que ahora no era Simba, sino Tiago.

Cuando ella pasó a la otra vida, todo perdió el sentido.

Mi madre vendía caramelos en la calle y yo no entendía como podía ser posible que eso sucediera mientras yo cantaba frente a 1500 personas y aparecía en todos los periódicos del país.

Fue ahí que me propuse cambiarle la vida, le compré billetes para que volara por primera vez, dejó de vender en la calle, la vida empezó de verdad… y mi madre se fue. Entonces me pregunté qué estaba haciendo.

Recuerdo que hice el velatorio de mi madre un día y al siguiente ya estaba trabajando. No quería parar, si lo hubiese hecho me habría vuelto loco. Mi madre era mi todo. El momento de “Simba, recuerda quién eres” en la función solo me recordaba a ella. Uff, me costó…

P: ¿Qué crees que habría pasado si parabas en ese momento?

R: No estaría aquí. Mi familia es todo, lo que mi madre representó en mi vida es prácticamente un 80% de lo que soy hoy. Seguramente, habría dejado todo atrás por ellos.

P: Al poco tiempo das el gran salto a España: nueva cultura, nuevo idioma…

R: Fue una locura. Necesitaba aprender a hablar en castellano muy rápido, porque yo llegué como cuarto cover de Simba, habiendo triunfado en Brasil. Sabía que había gente mirándome y criticándome por mi acento o no hablar castellano bien.

“Habla más despacio, no te entiendo, ¿qué dices?” me decían algunos compañeros. No sabían el daño que me hacían. Estaba haciendo un esfuerzo sobrenatural por aprender el idioma y no se me apoyaba.

Nunca voy a hablar como un español, siempre voy a tener acento.

Ese tema fue durísimo. Muchas veces sentía vergüenza de hablar por miedo a que no les gustara mi forma de hacerlo. Fue un terror psicológico inmenso. Sin embargo, hacer la obra en castellano fue una gozada porque descubrí muchas cosas nuevas y tuve muy buenos compañeros.

Durante “El Rey León” de España perdí a mi padre, fue una situación delicada. Llevaba tres años trabajando como cover y me esforcé mucho para demostrar que podía hacerlo bien y hablar el idioma. Cuando lo conseguí, me fui de vacaciones a Francia.

Recuerdo que entré a Disney París y empezó a sonar mi teléfono. No quería cogerlo, estaba de vacaciones, pero vi que era mi hermano. Me dijo: “Hemos perdido a papá, tienes que venir a Brasil”. Estaba muy nervioso, en otro país y no tenía mi pasaporte, solo el DNI. Menos mal que Disney me ayudó mucho.

Viajé a Brasil, estuve en el velatorio de mi padre, tomé un vuelo de diez horas y regresé al teatro para hacer la función. No podía parar, si lo hubiese hecho, no sé qué habría pasado. El Rey León en España significa mucho para mí, no solo por la pérdida, sino por todo lo que me demostré a mí mismo de lo que soy capaz de hacer.

P: Tal y como lo cuentas, me parece que esos comentarios sobre tu acento se podría considerar racismo…

R: Es xenofobia, creo que todos los extranjeros que venimos aquí la sufrimos en mayor o menor medida. Ya sea un 5% o un 100%, pero está presente. “No puedes tener ese papel porque tienes acento”, eso no es así.

También me doy cuenta de que estos comentarios vienen de personas que nunca han viajado a otros países ni saben lo duro que es sacar tu vida adelante en un país diferente al que naciste. Es arrancar, empezar de cero, y todo en un nuevo lugar.

No nací aquí y quitar mi acento es algo que me cuesta mucho. España es un sitio muy grande y todos tienen acento. Si coges a alguien de Andalucía hablará de una forma, si es del norte igual, pero ¿qué más da? Seguimos adelante, ese es el mundo, no hay un solo lugar neutro.

Yo soy español, tengo toda mi documentación, aunque no haya nacido aquí. Hago todo lo que puedo para hablar bien e integrarme, pero noto que falta un poco de mentalidad abierta para recibir a personas como yo. ¿No va a existir nunca una princesa negra? ¿Y qué pasa con las niñas negras, qué hay para ellas? También se merecen tener la fantasía de llegar a ser princesa.

No soy un hombre blanco, pero ahora estamos en un momento en el que se ofrecen oportunidades a gente negra. Ojo, no gente de color, mis mejillas no se ponen rojas cuando hace frío, siempre tengo el mismo color.

P: Precisamente tú interpretaste a un príncipe que originalmente era blanco…

R: Sí, no fue fácil. Ahora el mundo está en un proceso de evolución, pero yo fui el primero en interpretar un príncipe negro. Había padres que no querían que sus hijas se sacaran una foto conmigo, pero también había niños muy felices porque se veían representados.

Cuando eres el primero, hay muchas cosas que te toca comerte. No lo digo para atribuirme méritos. Piensa en Brasil, donde el 60% de la población es negra, creo que llegó demasiado tarde. Si miramos el mundo, nos damos cuenta de que estamos retrasados, no se trata de orgullo. Muy bien, hemos empezado, pero ahora hay que seguir adelante.

P: Volviendo con “El Rey León” y siendo tú un gymbro, ¿cómo fue tu preparación para Simba?

R: En Brasil pesaba 59 kilos, era hueso y cabeza. Mis directores me decían: “Tiago, tienes que ser un león”. Necesitaba ser el póster de la obra. Entonces, busqué entrenador, nutricionista y todo lo necesario.

Empecé a ganar peso, pero en las funciones perdía mucho líquido de todo lo que sudaba. En España llegué distinto, hecho un hombre. Empecé a entender cómo funcionaba mi cuerpo y podía jugar con la alimentación, entreno o sueño. Eso me ayudó a ganar músculo.

P: Termina “El Rey León” y empieza “Kinky Boots”, obra para la que perdiste 7 kilos…

R: Lola y Simba no tienen nada que ver. Fue una decisión divertida. Yo estaba como un bombero, enorme como un monstruo, y quería estar flaco para interpretar a Lola. Además, yo la idealizaba y me la imaginaba como las mujeres que habían pasado por mi vida: mi madre, mi tía, mis amigas trans… quería hacer un homenaje a estas personas y creó que lo logré.

P: Cambiaste tu rutina y te dedicaste mucho a las piernas…

R: Hombre, yo había contratado a una profesora de Brasil que es especialista en las piernas y el culo de las mujeres brasileñas. Quería a Lola con el culo y piernas de una mujer brasileña. Mis entrenos de pierna han sido para morir desde entonces, pero creo que creo que el resultado ha sido increíble.  

P: ¿Cómo afrontaste el cambio de “El Rey León” a “Kinky Boots”?

R: Perdí muchas cosas con Kinky. Somos parte de una sociedad llena de prejuicios y soy un hombre, negro y gay. Dentro de mi comunidad también hay muchos prejuicios, yo incluido, pero no sabía que los tenía.

Lo primero fue sacar todo eso de mí y mirar el personaje. Entendí que Lola no era una drag queen, era una mujer trans. Como iba a ser yo quien la interpretara, me propuse hacerlo con el máximo respeto y acercarme todo lo que pudiese para que las personas que me vean lo sientan real.

Hablé con todas mis amigas drag queens para entender que no representaba eso, pero también hablé con muchas chicas trans. Vi entera la serie Pose, documentales de chicas trans… y me compré un cuaderno con fotos de estas mujeres.

Quería ver cómo era la Lola que estaba buscando y encontré a mi madre

Su alegría, su voz… la quería así. Buscaba una Lola latina y muy femenina, elegante. No quería la risa por la risa, sino porque ha tenido que sacar adelante su vida durísima. Hay un momento en que Lola se presenta como chico y dice que no se siente ella misma con esa ropa, una drag queen no dice eso.

Pintarme las uñas de rojo, perder peso, ponerme un sujetador en casa y cantar con eso, me ayudó. Entendí que había una energía en las manos, en las piernas, en cómo me movía. Fue muy difícil de conseguir, ha llevado mucho trabajo.

P: Interpretar a esa Lola era complicado para ti, especialmente por la feminidad…

R: Sí, me tuve que meter en clases de modales femeninos. Siempre he sido un chico de gimnasio, he tenido un tono de voz, me comportaba de una forma específica. Me costó entender que podía mover los pies, girar y poner la mano para que caiga…

Encontrar esa fisicalidad ha sido difícil y un proceso muy largo. Empecé a poner más atención en las mujeres y buscar qué es lo que quería en mi personaje o qué no tenía, darme cuenta de que no me podía poner las cosas por ponerme, todo tenía un sentido.

Le tengo que dar las gracias a mi maquillador en gran parte, que se encarga de hacer el cambio entre Tiago y Lola. Me enseñó a cómo hablar con el pintalabios, como moverme como una chica… muchas cosas. Él me dice: “A ver, negro: ¿cómo te maquillamos hoy?” Ahí es cuando yo empiezo a fantasear con el pintalabios de un color u otro, añadir un brillo… no sabe que ha creado un monstruo.

Cuando voy por la calle y veo un pendiente o anillo que me gusta para Lola, lo compro. Puede que el público no lo vea, pero mis compañeros y yo sí. Quiero que Lola tenga esa calidad y que todos la vean guapísima y refinada. Si nosotros la vemos así, el público lo sentirá.

P: ¿Es verdad que le pedías a tus compañeros que comprasen pendientes o accesorios según la actuación?

R: Sí (ríe), yo me hacía el tonto y lo soltaba: “Que pena que Lola no tenga un accesorio aquí para el pelo, le quedaría genial…”. Con Lola siempre fui muy perfeccionista. Eso la gente lo nota. Creemos que el público no observa, pero sí que lo hace. 

Le tengo un inmenso cariño a Lola, ella ha sido un antes y después en mi carrera. Me siento muy agradecido con las personas que me eligieron para hacerlo. En su momento era un chico de gimnasio enorme, ellos creyeron en mí y pude afrontar un reto increíble en mi carrera.

P: Muchos actores tienen un ritual antes de la salir a escena, el tuyo con Lola es muy particular…

Yo tengo dos rituales. El primero es hablar con Dios, y el segundo es el perfume. Vuelvo a mi maquillador, mi brujo. Él me regaló un perfume y me dijo que era el de Lola, no hay fallo.

Es mi momento de ser una chica y de convencer a todo el mundo de que soy ella, una chica muy femenina. Es parte de la magia.

P: Esa dedicación que le pones a Lola ha conseguido que muchas chicas trans se sientan identificadas…

R: Sí. Mira, no me acuerdo si era en Gijón o en otro sitio, pero recuerdo una anécdota. Había una chica que me esperó al terminar la función y me abrazó tan fuerte que casi me rompe tres costillas. Empezó a llorar y yo con ella, sin saber qué estaba pasando. Me dijo que estaba empezando su proceso de transición y le hizo muy feliz el papel. Todavía tengo a esa persona en Instagram.

Cuando empecé en Kinky perdí muchos seguidores, no entendían y decían: “Uy, ahora eres chica” o “Anda, ahora eres una drag queen”. A mi me decían esto por ponerme en los zapatos de otras personas, imagina lo que debe ser para el resto de gente así en la sociedad.

Esta chica me dijo: “Gracias, me vi en la piel de Lola. Gracias por la energía, por tu amor y tu cariño para contarlo”. Siempre digo que estos momentos son el regalo más grande que un actor puede recibir.

P: ¿Crees que hacen falta más personajes como Lola?

R: Sí, más mujeres y hombres trans dentro del teatro y de la televisión. Vivimos en un mundo lleno de colores y de personas distintas, siempre hace falta un poco más de representación. A mi me habría encantado que este personaje lo hubiese interpretado una chica trans, imagina la cantidad de verdad que habría en esa boca.  

P: Una Lola que ahora mismo está de gira, ¿prefieres actuaciones por todo el país o quedarte en un único escenario?

R: Ups, que pregunta más difícil, aquí no sé si quedo bien o mal (ríe). Yo prefiero siempre estar fijo en un teatro. ¿Por qué? Porque nuestra rutina como actores de teatro musical es muy dura, el doble de difícil si eres el protagonista. No puedes fallar, es tu cara la que está en juego. A veces llevas toda la actuación a tus espaldas.

¿Acabas de romper la relación con tu chico? Tienes dos opciones: o no vas a trabajar (mal) o vas, que va a ser lo mejor. Nuestra emoción está toda en la garganta, no hay como fingir. Además, el proceso que hay antes de salir a escena es exigente. Hay que llegar dos horas antes, preparación vocal, corporal, texto… Hacer eso estando en un teatro es un poco más relajado.Sin embargo, también se agradece cuando sales de tu zona de confort y vas a teatros distintos. 

Tienes que estar muy vivo en la obra y no perder el foco. Lola tiene muchos cambios rápidos, yo no paro en ningún momento, así que no puedo distraerme. Cada cosa tiene sus beneficios y problemas.

P: Has hecho “Cenicienta”, “Wicked”, “El Rey León”, “Kinky Boots” y muchas más obras, ¿cuál te ha marcado más?

R: También he hecho otros musicales en Brasil, estuve fuera los dos últimos años y he hecho cuatro o cinco musicales. Hubo uno, llamado "Milton Nascimiento", que está basado en un gran cantante brasileño, negro. Fue mi vuelta a Brasil.

Interpreté a un hombre real, vivo, al que todos aman. Para mí, es the best en Brasil. Fue un trabajo muy loco: adelgazar más que cuando interpreté a Lola y representar a alguien que es un icono en mi país.

Él fue un día a ver la obra y dijo: “Nunca he visto a Milton Nascimento en el escenario, pero hoy lo he hecho por primera vez”. Todas las personas que iban a ver la función lo decían, yo había conseguido ser Milton.

Fue un proceso muy duro de búsqueda. Iba a interpretar a alguien vivo, tuve que comparar voces y mucho más. Hacer la obra en mi tierra, en Río y que mi familia o amigos pudieran verme… fue muy especial. En España he sido nominado a mejor actor con Antonio Banderas y para mi fue la hostia, pero nada ha sido tan especial como ver a mi sobrino, una nueva generación, viendo que es posible vivir del arte. Es otra ventana que se abre.

P: ¿Y qué te queda ya por delante?

R: Pues todavía tengo sueños (ríe). A mí me encantarían “Les miserables”, “Dreamgirls”… Creo que todo lo que sea un reto me vale, lo quiero intentar. Sé que va a ser difícil, pero déjame probar, ver si es posible.

Me gusta salirme de mi zona de confort, que los proyectos me obliguen a leer más, a ver cosas distintas, a encontrar inspiración en la calle. Me acuerdo de un director que me cambió la vida, Ulises Cruz. 

Estaba ensayando "El hombre de la máscara de hierro", de Alexandre Dumas, donde interpretaba al rey de Francia. Al mismo tiempo, por las noches, actuaba en "Wicked". Recuerdo que Ulises me dijo: “No quiero a Lola, ni a Simba ni al príncipe encantador. Quiero dos personajes distintos. No sé cómo vas a gestionar los tiempos, pero quiero dos personajes diferentes”.

Ahí aprendí a administrar mi tiempo de calidad y sacar espacios para la lectura. Fue mi oportunidad de sacar a dos personajes distintos, propios. Y fue una auténtica gozada.

P: Por último, ¿qué consejo le darías a un joven que quiera empezar en el teatro?

R: Es posible. Escucha tu corazón, incluso cuando hasta tu mejor amigo te diga que no vas a lograrlo. Sobre todo en los días más difíciles, cuando todo a tu alrededor parezca dolor, escucha el latido de tu corazón. 

Es posible. Lo vas a lograr. Tendrás que estudiar. Pero lo conseguirás. Porque los sueños no envejecen.

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